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Foto del escritorJijón Quelal

La chica Punk

Actualizado: 1 jun 2023

Ese día caminaba como si el mundo a mi alrededor no existiera. Salí de mi espacio íntimo, de mi esfera privada para encontrarme con algo que quizá nunca imaginé que estaba buscando.


Ahí estaba, con una cresta de cabellos anaranjados con rojo, que no permitían pasar desapercibidos por ningún motivo; a ello podemos añadir ese jean negro, lleno de parches anticapitalistas, antisistema, y todo lo anti que puedas imaginar, muy arruinado por el paso de los años o por las modas acostumbradas a sacar lo mejor de las contraculturas urbanas. En fin, teníamos un prospecto maravilloso de punketa salida de cualquier película inglesa de los años 80´s, menos por un detalle aún más deslumbrante. Entre sus manos pendulaba un libro que, con muchísima atención, leía. De hecho, parecía que el mundo se detenía y, con el suyo, yo y todos los presentes que gloriosamente tuvimos el honor de fijarnos en ese momento, que parecía capturado por el mejor fotógrafo de la escena callejera de aquella ciudad.


En sus manos portaba algo que recuerdo con claridad, con esas claridades que permiten volver a enamorarnos solo por el olor de un perfume que nos recordó a ese viejo amor, o aquella fruta que felizmente disfrutamos en nuestra infancia de la mano de, quizá, nuestros progenitores. Ese tipo de claridad es el que me hace recordar aquella portada en la que grácilmente desfilaban una serie de peces sobre una cama como olvidando toda norma básica del comportamiento acuático.


Ella, rechazaba todo gesto de formalidad, menos uno: llevaba horas sentada en el piso de aquella gran biblioteca, estaba exactamente en la entrada, inserta en las más profundas necesidades que su pasión por la lectura obligan. Pese a eso, no había forma de forzarla a sentarse en una gota del mar de sillas de la Vasconcelos, para que lea su libro de peces que desobedecen cualquier norma impuesta por la naturaleza.


Es decir, su libro era una metáfora absoluta de su lectora. Bueno, en realidad, eso no lo supe hasta muchísimos años después, puesto que en aquel momento lo único en que pensaba era en aquella imagen imponente: una chica punk que lee profundamente, sin que nada existiese a su alrededor más que aquel libro.


Me había enamorado de la chica punk y su necesidad lectora, y no lo sabía.


A dinka, la chica punk





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