
Al comenzar mi trayecto por el mundo de las artes descubrí mis múltiples aficiones y la certeza de que una historia puede contarse desde distintos lugares. Por eso me gusta describirme como un contador de historias nacido en América Latina. A veces lo hago desde la danza, poniendo el cuerpo como instrumento de lenguaje, o creando para otros cuerpos, buscando llevar a escena narrativas que puedan decir algo o dejar una huella.
Otras veces esas historias se manifiestan a través de la fotografía, capturando instantes únicos que permanecen en la memoria y conforman un acervo imborrable de momentos que relatan lo sucedido en las artes escénicas de los lugares que he tenido el privilegio de habitar.
El video —y especialmente la videodanza— me ha permitido entrelazar dos mundos que amo: la danza y lo audiovisual.
Por último, y no menos importante, en los últimos años he encontrado también en la escritura un territorio fértil para contar historias. Mis crónicas han tenido espacios de lectura y también puedes encontrarlas aquí.
A veces pienso que la gestión cultural no cuenta una historia, pero sí lo hace. La cuenta desde la generación de puentes y redes, desde los procesos que, con el tiempo, narran la historia de la independencia, de la fuerza de la organización colectiva y de la práctica viva de otras políticas culturales.








