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Foto del escritorJijón Quelal

Instrucciones para aplastar un cigarro sin ser dominante






Primero que nada, partamos de la esencia básica de lo que significa respirar, porque cuando uno entiende eso, es cuando resignifica el concepto de fumar.


Ahora bien, es necesario entender qué tipo de cigarro estamos por fumar. Grosor, diseño, tamaño e incluso formulación química: estos elementos son primordiales para entablar un encuentro exitoso y, sobre todo, duradero.


Luego deberíamos adentrarnos en las capacidades manuales para sostener dicho elemento con una sola mano. No es prohibitivo, pero sí de muy mal gusto y proceder intentar aspirar humo usando ambas manos a la vez. No excluimos en este complejo arte ser ambidiestro, aunque eso generará una extrañeza en el transeúnte o incluso en el acompañante habitual.


Recomendamos hacerlo con una sola mano e ir encontrando la solvencia e ínfima delicadeza conforme al hábito. Es decir, se deberá perfeccionar como una sutil danza que trasciende los misterios del primer encuentro para convertirse, por qué no decirlo, en un clásico balletsco.


Si dicho elemento tiene o no filtro, encomendará distintos escenarios para el o la, según sea el caso, joven aprendiz.


Sepa usted que la temporalidad, al igual que cualquier habilidad, dependerá del ejecutante, pues no es lo mismo un allegro que un vals. Ya en tonos musicales no habremos de ahondar, quizá nada más referirnos al finísimo sistema pentasílabo que nos permite variar tono, acento y velocidad a piacere.


Sigamos con lo que nos compete. Una vez definido el tipo a tratar y teniendo en cuenta el ritmo y la cadencia a seguir, se deberá, ahora sí y con muchísimo cuidado, estar atento al final.

Nada realmente es un final cuando procede un ciclo, aunque la palabra eternidad sería darle demasiada importancia a un suceso.


Nos parece que, más que metáfora, es una exaltación: el apremiante peso del fuego contra la estructura lisa y sólida es demasiado dictatorial. Quizá una breve espiral sería ideal para este contexto, rememorando a las grandes exponentes de la danza contemporánea y sus deslizamientos hacia el piso.


Quizá dejarlo ser es otra posibilidad que no acompaña culpa, pero reconozcamos que toda acción debe tener una consecuencia y, por ende, esto es muy bíblico. Y aquí no nos gusta lavarnos las manos tan fácilmente.


Ahogarlo con sus contemporáneos solo es una promesa de continuidad y destrucción masiva, muy ad hoc con nuestros días, lo que nos provoca un grave conflicto ético.


Si usted, joven lector, me dice que ese dilema se ha acabado porque lo que usted fuma se llama Vape, no ha entendido nada sobre la confrontación al sistema y se ha dejado engatusar por el mercado y su hegemonía.


Si, por otro lado, no le da valor a este acontecimiento, déjeme estar de acuerdo con usted; sin embargo, ya iniciado este texto, debemos encontrarle solución a su final, o estaríamos dejando un final abierto en el que caben todas las posibilidades. Y si eso es así, ¿cómo podemos entonces desafiar las leyes del Estado si ni siquiera sabemos cómo aplastar un cigarro sin ser dominantes?


A Ele Finlandia, Quindío

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